Cuento. Los líos de Juan Bobo.

Un día por la mañana la madre de Juan lo envió a la tienda de don Papo a buscar un poco de sal. Pasaron los minutos,... pasaron las horas y Juan nada que aparecia de regreso con la sal. Su mamá como es de esperarse preocupada salió a buscarlo, y cual fue su sorpresa que lo encontró jugando con sus amigos. Como era de esperarse ella enfogonada lo cogió por la oreja y se lo llevó a casa.

"Mami, mami no me pegues, no me pegues; fue que se me olvidó." Dijo Juan.

"Se me olvidó, se me olvidó, siempre es lo mismo contigo chacho; ¡tu si que no tienes remedio!" Replicó su mamá.

Juan lloró y lloró hasta que se quedó bien dormido.

Ya por la tarde su may lo envió a la casa de Doña Clarina por un medio almud para que su esposo pudiera medir las habichuelas que había cosechado.

"Mira papi, traeme ese cosito. Y que no se te olvide ni te vayas a quedar por alli con tus amigos." Dijo su mamá.

"Sí mami, si yo siempre hago lo que tu me dices." Contestó Juan.

Su madre lo hizo repetir una o otra vez, "medio almud, medio almud..." y le recomendó que no dejara de repetirlo para que el encargo no se le volviera a olvidar.

Y partió hacia la casa de doña Clarina repitiendo y repitiendo, "medio almud, medio almud..."

En el camino, paso por la finca de don Jigobelto que también estaba cosechando; y justo cuando Juan pasaba don Jigo le comentaba a su compadre:

"Compadre este año tendremos una gran recogida yo calculo que recogeremos como.....

Iba a decir una cantidad muy grande cuando Juan repite "medio almud, medio almud..." A lo que don Jigo replica. "Mira pay no hagas bromas, que eso trae mala suerte."

Juan preocupado por la advertencia que su mamá le hizo, pues continuó sin hacerle caso caminando y repitiendo "Medio almud, medio almud..."

Don Jigo entonces ya en otro tono de voz le advierte: "Mira que no me gustan los bromistas". Pero Juan prosigio con su encomienda haciendose el sordo.

"Medio almud, medio almud..." Entonces el hombre indignado y más enfogonado que el diablo lo interceptó y correa en mano le dijo.

"Ahora repite lo que te digo: Que salga mucho, que salga mucho..."

El temor a don Jigo se fijó en la mente de Juan y salió de la finca diciendo:

"Que salga mucho, que salga mucho..."

Más adelante en el camino alcanzó a un señor que traía un saco bien grande de café tostado que tenía un rotito por debajo por donde se salían algunos granos, que por supuesto Juan Bobo recogía y se comía. Cuando el hombre escuchó lo que Juan decía y vió lo que hacía, se enojó y le dijo:

"Mira, muchacho, deja de molestar que tengo que vender este café y se se sale mucho y se pierde mis hijos no tendrán que comer. Y juan... "Que salga mucho, que salga mucho..."

A lo que el hombre le dice cojiendolo de los hombros y agitandolo fuertemente: "Di que no salga ninguno, que no salga ninguno..."

Asustado Juan, ahora caminaba y repetia y repetia " que no salga ninguno, que no salga ninguno..."

Asi pues pasado un rato Juan pasaba por un charco donde unos muchachos se estaban ahogando. Gritaban desepretados y todo era confusión. Juan Bobo, preocupado por no olvidar la frase, no se percato de lo que alli sucedia y caminó por alli repitiendo:

"Que no salga ninguno, que no salga ninguno..."

Uno de los muchachos logró entonces salir del agua y al escuchar lo que Juan decía pensó que eso les traía mala suerte a los demás por lo que lo alcanzó enojado pensando que Juan era una mala persona a la que no le importaba la suerte de los demás, lo cogió fuertemente del brazo y le ordenó:

"¡Callate, no digas eso, no digas eso...!". Pero Juan seguía repitiendo: "Que no salga ninguno, que no salga ninguno..."

El muchacho lo comenzo a agitar violentamente, hasta que Juan grito:"¡Ya, ya me latimas, dejame!. El joven respondió:

"Pues entonces tienes que decir que si salió uno que salga el otro; repite, si salió uno que salga el otro, si salió uno que salga el otro..."

Así lo hizo y lo dejo marcharse. Mientras continuaba su camino, repetia:

"Si salió uno que salga el otro, si salió uno que salga el otro..."

Pues por fin Juan llegó al pueblo. Cansado de tanta cosa se sentó un momentito sin aliento en un banco de la plaza frente a la iglesia junto a un tuerto que tenía el ojo salido. Ese hombre era muy mal humorado pues siempre los niños del pueblo que jugaban en la plaza lo molestaban y él los perseguia. Por un rato Juan se quedó calladito respirando profundamente por lo cansado que estaba. Pero en cuanto recobró el aliento comenzó:

"si salió uno que salga el otro, si salió uno que salga el otro..."

El hombre al principio no le prestaba atención, pero cuando sedió cuanta de lo que decia... ave maria.

Agarró a Juan por la camisa y se la rompió, cuando este hecho a correr del miedo.

El hombre lo persiguió por todo el pueblo vociferando demonios y malas palabras, que repetia una y otra vez:

"¡Renacuajo, animal, bruto, salvaje, bestia...!"

Juan Bobo, corriendo corriendo llegó a la casa de doña Clarina y golpeó desesperadamente la puerta para que lo dejaran entrar.

El esposo de doña Clarina fue quien le abrió la puerta y con la prisa de Juan por entrar tropezaron los dos y cayeron al piso hechos un lio.

"Que pasa muchacho." Le pregunta el esposo. A lo que Juan ya hecho un lio de repeticiones contesta:"

"Bruto"

"¿Como fue?" Contesta el esposo.

"¡Renacuajo!"

"¿Que me dijiste?"

"¡Salvaje!"

"¿Cómo?"

"¡Animal!"

"¡Cállate!

"¡Bestia!"

"Ah, no esto ya se paso de la raya, ahora verás." dijo el hombre sacandose la correa del pantalón. En eso aparece doña Clarina y pone en paz la escena y le dice:

"Ven acá papi, ¿que es lo que te pasa?"

El le contó del tuerto y como pudo, lo que recordo de todo lo demás

"¿Y a que te mando tu mami para acá?" le preguntó doña Clarina

"Pues, pues, yo no sé, yo no me acuerdo." replicó Juan.

Doña Clarina trató y trató hacerlo recordar, pero fueron tantas las cosas que a él le pasaron que no logró que se acordara de nada.

Entonces doña Clarina le envió a la mamá de Juan unas cosas que tenía prestadas de ella y además le envió unos regalitos. Vistió a Juan Bobo como pudo, le dio comida y lo envió de vuelta a su casa.